Las baterías se caracterizan por almacenar la energía eléctrica a través de diferentes procesos electroquímicos y que permiten devolver dicha energía eléctrica a la carga a la cual se conecte. Este proceso electroquímico puede repetirse durante un determinado número de veces. Dicho número de veces vendrá en función del tipo de batería y de tipo de mantenimiento a la que se someta.
Los tipos de baterías más usuales son:
- Baterías de Plomo: Son de las primeras baterías recargables conocidas. En la actualidad no se suelen emplear debido a los costes de mantenimiento.
- Baterías de Plomo-Ácido: Se caracterizan por estar compuestas por una serie de celdas agrupadas las cuales poseen una tensión de 2V cada una de ellas. Para obtener una batería de 12V es necesario la utilización de 6 celdas en serie. Son unas de las más utilizadas en los equipos SAI debido a su relación calidad/precio. Algunos de sus inconvenientes es que al producirse descargas profundas se ve reducida considerablemente su vida útil.
- Baterías de Niquel-Cadmio: Permiten utilizarse en lugares con un rango elevado de temperatura de funcionamiento y, además, permite la sobrecarga (se puede seguir cargándose hasta alcanzar su valor nominal y, aunque se siga cargando, esa energía eléctrica no se almacenará). El principal inconveniente es su efecto memoria.
Otra de las características a tener en cuenta a la hora de elegir una batería, es su capacidad de carga eléctrica (Ah). Este valor indica la cantidad de carga eléctrica que es capaz de soportar una batería. Este parámetro es fundamental en el dimensionado de los sistemas SAI ya que permite conocer el tiempo de funcionamiento del mismo.
En el caso en el que se sepa el consumo eléctrico de la carga y, fijando el tiempo deseado de descarga, se puede conocer la capacidad de la batería. Para ello, se debe multiplicar el tiempo de descarga en horas (h) por el consumo eléctrico de la carga en Amperios (A), dando como resultado la capacidad de la batería en Amperios-Hora (Ah).